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Una de las claves del desarrollo de las primeras metrópolis a finales del siglo XIX y principios del XX fue la importancia de la buena higiene de los hogares. En este contexto histórico, Antoni Gaudí diseñó La Pedrera para que las viviendas principales de este edificio en el Paseo de Gracia contaran con luz natural y ventilación directa.

Para lograrlo, el arquitecto decidió “agujerear” el edificio, creando una estructura de viviendas en torno a dos grandes patios centrales. Esta distribución única en Cataluña incorporó pasillos interiores que, no solo organizan las viviendas, sino que también aportan al edificio toda la luz natural necesaria.

«La arquitectura es la ordenación de la luz; la escultura es el juego de la luz.» - Antoni Gaudí

La Pedrera: un edificio de luz y ventilación

Cuanta más luz y ventilación tuviera la Casa Milà, más "habitable" sería. Por eso, la fachada, que actúa de muro cortina, incluye grandes ventanales que sirven para potenciar la entrada de luz. Los dos grandes patios de La Pedrera, como los claros del bosque, también permiten que la luz penetre hasta el interior.

Una particularidad del diseño de Gaudí es que, en las fachadas interiores de los patios, las ventanas de los pisos inferiores, que reciben menos luz, son más grandes que las de los pisos superiores.

Incluso el desván fue concebido pensando en la luz y la ventilación: los 270 arcos hacen que todo el espacio esté conectado para ventilar fácilmente, y la iluminación proviene de los pequeños ventanales en los patios.

 

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