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Mi abuelo, el padre de mi madre, era cochero de los Milà, los propietarios de La Pedrera, y conducía allí carruajes de caballos. Años más tarde, cuando ya no había carruajes, aprendió a conducir automóviles y se convirtió en chófer.

Mis abuelos vivían en La Pedrera, en la planta baja, junto a la portería. Hasta donde yo sé, mis abuelos fueron los primeros en vivir allí, ya que antes de que llegaran los primeros inquilinos se instalaron los trabajadores: el mecánico encargado del mantenimiento de las calderas y mi abuelo, que, como he dicho, era el cochero, ambos con sus respectivas familias. Mi bisabuela (la madre de mi abuela materna) también vivía con ellos y murió allí a causa de un accidente. Había tendido la ropa en la azotea utilizando el ascensor de carga, pero las instalaciones aún no estaban terminadas, o quizá por la falta de medidas de seguridad de la época (no había puertas)… En cualquier caso, el ascensor de carga se puso en marcha y la mató mientras sacaba el cesto de la ropa. Como puede imaginarse, todo esto lo sé únicamente por los relatos familiares; no llegué a conocer a esta bisabuela.

Mi madre, Pepita, se casó a los 19 años con mi padre, Lluís, que era el chófer del señor Antonio Feliu, quien vivía en el mismo edificio y era fabricante textil. Tal como era habitual en aquella época, un hombre soltero, a pesar de vivir solo, tenía numerosos sirvientes: chófer, mayordomo, criadas, cocinero y ama de llaves.

Cuando mis padres se casaron, mis abuelos les cedieron el piso y se trasladaron a otro. Y así fue como yo nací en La Pedrera. Más tarde nos marchamos de allí porque mi madre abrió un negocio en el barrio de Sant Antoni, aunque durante muchos años seguimos regresando de visita.

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